El mailström susurra tu nombre by A. R. Cid

El mailström susurra tu nombre by A. R. Cid

autor:A. R. Cid
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
publicado: 2019-08-19T22:00:00+00:00


Capítulo 19

Ella me volvía loco. Sus pechos, aquellas caderas que terminaban en una cintura estrecha, sus labios carnosos y los ojos azules más desafiantes que había visto nunca. Era hermosa, sus cabellos dorados lo más suave que había tocado jamás. No comprendía el efecto de aquella hembra sobre mi piel y en mi cabeza, sin embargo, no conseguía pensar cuando la tenía cerca. Tantos planes, tantos años imaginando cómo escaparía si algún día tenía la oportunidad y cuando finalmente se presentaba…

―¿Vas a quedarte lloriqueando? Pensé que querías ser un guerrero.

―¡Acabas de apuñalarme!

―Hace unas horas de eso. ¿Quieres que te lleve en brazo hasta tus nuevos aposentos? —Su tono me molestó. Tomé aire y apreté los dientes mientras los puntos tiraban de la piel y la herida me provocaba un dolor lacerante.

Ella caminó aproximándose a mí. Tenía una forma de moverse que me volvía loco. Sus labios se entreabrían cuando quería decir algo y se contenía, probablemente pensaba que yo no me daba cuenta, pero yo deseaba arrancar las palabras de su garganta a la fuerza. Quería tumbarla y hacer con su cuerpo todo lo que deseara, quería doblegarla y hacerla gritar mi nombre mientras se corría una y otra vez.

―Lo único que te molesta es que ninguno de tus vikingos hace que te mojes como yo —dije de pronto. Su reacción, aquel color rojizo ascendiendo por sus mejillas me dijo que nadie se había atrevido nunca a hablarle de aquella manera. Sonreí contento, no obstante, ella no era de las que se dejaba amilanar.

―Para eso estas. ¿No es triste que lo único que se aproveche sea tu polla?

―Y te gusta. Disfrutas a pesar de que sea un perro, no te avergüenza montarme en mí y soñar conmigo. Sé que jamás te has sentido como cuando yo te tomo porque vuelves una y otra vez. ¿En qué te convierte eso?

―En una mujer que no quiere perder el tiempo. Tranquilo, te protegeré para que nadie te haga daño y te daré joyas bonitas como pago.

―¿Quieres adornar mis dedos para que sea mucho más placenteros cuando te los meta? Estoy cansado Engla.

―Pero tú también me deseas. —Se acercó tanto que su cuerpo se pegó al mío. Sus manos comenzaron a quitarme la ropa y yo la ayudé. Cuando estuve desnudo me recorrió con los ojos, relamiéndose con ansia.

―Jamás podremos disfrutar realmente si solo tomas las migajas. —Pude ver su interés y descubrí que, aunque no pudiera obligarla, tenía poder sobre ella. Sus deseos estaban ahí, solo necesitaba despertarlos, avivarlos para usarlos a mi favor.

―¿A qué te refieres?

―Olvida que soy un esclavo. Dame la libertad por una noche, solo aquí y ahora.

―Eso no tiene sentido. No podrás ir muy lejos, te cazaré y volveré a colocarte las correas.

―No voy a escapar. —Sonaba orgulloso, la idea era alocada, pero a medida que ella preguntaba yo me esperanzaba—. Voy a convertirte en mi esclava.

―Yo jamás…

―Quizás no sea hoy, pero no voy a tocarte, besarte, a cooperar hasta que lo hagas. Por unas horas tomaré tu cuerpo y haré contigo lo que tanto anhelo.



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